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Guerra de los siete años

Apuntes y monografias

02.01.2015 a las 19:44 hs 0 30889 0

Guerra de los siete años

Se denomina Guerra de los Siete Años o Guerra Carlina a la serie de conflictos internacionales desarrollados entre 1756 y 1763, para establecer el control sobre Silesia y por la supremacía colonial en América del Norte e India. Tomaron parte, por un lado, Prusia, Hanóver y Gran Bretaña junto a sus colonias americanas y su aliado Portugal tiempo más tarde; y por la otra parte Sajonia, Austria, Francia, Rusia, Suecia, y España, esta última a partir de 1761. Se produjo un cambio de coaliciones con respecto a la Guerra de Sucesión Austriaca, si bien el conflicto de Silesia y la pugna francobritánica siguen siendo las claves.

Después de anteriores contiendas, y con su poder militar reforzado, a mediados de la década de 1750 la dinastía reinante en Austria (los Habsburgo) decidió recuperar Silesia, territorio que estaba en poder de Prusia tras el Tratado de Aquisgrán (1748) que había puesto fin a la Guerra de Sucesión Austriaca. Esta acción por parte de Austria es considerada el detonante de la Guerra de los Siete Años. María Teresa I contó con el apoyo de Sajonia, Rusia, Suecia y Francia para declarar la guerra a Prusia y Gran Bretaña. Prusia estaba rodeada por enemigos, y ante la certeza de que sería atacado, el rey Federico II el Grande decidió adelantárseles.
En el otoño de 1756, sin previa declaración de guerra, el ejército prusiano invadió Sajonia y ocupó aquel territorio; luego penetró en Bohemia, pero fue vencido por los austríacos en la batalla de Kolin; por esta causa, se vio obligado a abandonar ese país.

Frente europeo.
Alentados por el éxito, los enemigos de Prusia lanzaron sus ejércitos para destruirla; sin embargo, Federico demostró su genio militar y superó la crítica situación con tres brillantes victorias. La primera en Rossbach (5 de noviembre de 1757) sobre un poderoso ejército francés que avanzaba por territorio sajón; la segunda frente a los austriacos en Leuthen (Silesia), el 5 de diciembre de ese año, y la tercera al año siguiente (1758), en Zorndorf. A partir de ese año (1758) y hasta el fin de las hostilidades, Federico (atacado desde varios frentes) debió adoptar una táctica defensiva, que le resultó costosa y llena de peligros.
Los rusos unieron sus fuerzas con los austriacos y ambos ejércitos derrotaron al rey prusiano en Kunersdorf, cerca de Fráncfort del Óder (12 de agosto de 1759). Allí sufrió el más grave revés de su vida militar. Sin embargo, los aliados no supieron aprovechar ese triunfo porque estaban agotados y carecían de unidad de mando; se demoraron en avanzar, error que utilizó Federico para rehacer sus fuerzas y obtener, al año siguiente, dos triunfos sobre los austriacos: Liegnitz (Silesia) y Torgau (Sajonia).




En 1759, la Prusia Oriental estaba en poder de los rusos que habían tomado Berlín. Sin embargo, Gran Bretaña y Hanóver vencieron sorprendentemente a Francia; además, se produjo la retirada de la guerra de Rusia y Suecia (1762) debido a que, a la muerte de la emperatriz de Rusia, su sucesor, Pedro III, que admiraba a Federico, firmó un tratado de paz, que también fue apoyado por la sucesora de éste, Catalina. Ademas se firmaron 3 tratados: Tratado de San Petersburgo, Tratado de París y Tratado de Hubertusburg.

Frente americano.
En América del Norte, Francia se encontraba en retroceso tras haber cedido en 1748 la fortaleza de Luisburgo en la Isla de Cabo Bretón a cambio de Madrás. La guerra comenzó en 1754. La rivalidad colonial entre Francia y Gran Bretaña se debía al control de las zonas peleteras, la disputa por las tierras situadas al oeste de los montes Apalaches y los derechos de pesca en Terranova. Francia quería frenar la expansión británica hacia el oeste, mediante la construcción de una cadena de fuertes, entre sus territorios canadienses y Nueva Orleans. En los primeros años logró acumular varias victorias, pero en 1757, William Pitt (el Viejo) puso al general británico James Wolfe al mando de las tropas en América. Como consecuencia, en 1759 conquistaron Quebec y al año siguiente capituló Montreal. Los británicos habían conquistado todo el Canadá francés.
Con respecto a España, Gran Bretaña había aumentado los agravios de modo considerable: apresamiento arbitrario de buques españoles, establecimiento en Honduras para la corta del palo campeche o el aumento del contrabando, entre otros. El gobierno de Carlos III -pese a que inicialmente se había mostrado partidario de mediar entre ambas potencias- no tuvo otra salida que buscar el acuerdo con Francia ante la necesidad de defenderse de la agresividad británica. Se iniciaron, pues, conversaciones entre las dos potencias en pro de una alianza permanente en busca de la «seguridad en América»; España pensaba posponerla hasta el momento de la paz; sin embargo, el ministro francés Choiseul supo maniobrar con gran habilidad para conseguir también la intervención bélica.
Tras los acontecimientos en Quebec y ante el hostigamiento de Gran Bretaña al comercio y la seguridad españolas en América, dos fueron, pues, los factores que acabaron por empujar a Madrid hacia la alianza con Versalles: la negativa británica a atender ninguna de las reclamaciones planteadas por España y la ruptura definitiva del equilibrio americano que parecía avecinarse si Francia salía completamente derrotada del conflicto. Bajo estas premisas se firmó el Tercer Pacto de Familia (1758–1761), muy distinto de los anteriores en sus objetivos más profundos, pero con un común denominador, ser una alianza frente a la poderosa Gran Bretaña. La firma arrastró a España a una guerra para la que no estaba preparada y en la que, ya de entrada, se unía al lado perdedor; quizá se vio obligada por las circunstancias, pero esta participación al final de las hostilidades no puede ser considerada más que como un error.


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El gabinete británico de William Pitt exigió conocer las cláusulas del Pacto y al no tener satisfacciones declaró la guerra a España el 4 de enero de 1762. Francia y España acordaron realizar operaciones militares conjuntas, y fue así como en abril de ese año el marqués de Soria invadió Portugal (aliado de Gran Bretaña) al frente de un ejército español de 45.000 hombres, reforzado por 12.000 soldados franceses. Por su parte, los británicos iniciaron operaciones contra las colonias españolas. El almirante George Pocock se dirigió a La Habana, venció la resistencia española en el castillo Del Morro y tomó la ciudad en junio de 1762. En octubre otra flota británica atacó las Filipinas y logró apoderarse de Manila, defendida por el arzobispo Manuel Antonio Rojo del Río. Sin embargo, los británicos encontraron una dura resistencia y no pudieron conquistar el resto del archipiélago.





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Trueno

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